LA MORA DEL PUENTE ROMÁNICO DE
NAVALUENGA:
“Se dice que una doncella mora, tal vez
princesa, tan enamorada estaba de las tierras de la otra margen del río
Alberche que todos los días lo vadeaba a caballo en época en que el río lo
permitía y en una balsa de troncos de árbol cuando este crecía.
Cierto día, abandonó como de costumbre el
campamento que tenían instalado los moros en lo que hoy es el pueblo y se
marchó a la otra margen, a la que ella consideraba el paraíso. Una tarde feliz
estaba siendo aquella, que con el ansia de ver terminado el echarpe de colores
tan vivos como los de la naturaleza apuraba su último ovillo. No apercibió que
las sombras de la tarde habían hecho ya sus apariciones y que en lo alto, la
nieve con su brillo anunciaba el peligro de los lobos, cuando de pronto los
aullidos sobrecogedores de una manada, la hizo salir del embeleso en que la
había sumido su labor.
Apresuradamente, cogió su echarpe y su
ovillo. Corría a la margen derecha del río en busca de su balsa, cuando de
repente se vio rodeada por las fieras. Cuando la noche hacía casi imposible
ver, se advirtió en el campamento la demora de lo joven doncella y una sacudida
de intranquilidad, de tragedia, zigzagueó por el poblado.
Salieron en su busca con antorchas
encendidas y al cabo de unas horas y con un carro de madera improvisaron una
balsa para pasar al otro lado del río.
Allí, donde estaba asida la balsa en que
debía retornar la doncella, hallaron un diminuto ovillo. Siguieron su hebra y
no muy lejos de ese lugar llegaron al lugar donde la infortunada mora había
saciado el hambre de las fieras.
Meditando sobre lo ocurrido pensaron que
de haber habido un puente unos metros más arriba, había tenido tiempo de llegar
a la otra orilla y ponerse a salvo. Aquella misma noche acordaron la solución,
construir el puente de Navaluenga”.
Sobre el puente románico también recae un
mágico encantamiento que se manifiesta en forma de toro a través de los sueños
y aparece bramando a la medianoche entre una espesa niebla cada cien años, pero
esta leyenda la dejaremos para otra ocasión.
La imaginación del escritor e historiador,
García Zurdo, le llevó a decir que posiblemente la doncella mora de la leyenda
fuese enterrada en una de las cepas o pilares del puente.
LEYENDA DE LA CUEVA DE LA MORA:
No es ésta la única leyenda que gira
en torno a la mora en este crecido valle del Alberche. Navatalgordo y
Navaluenga recuerdan, indeleble, la memoria de un lenguaje similar. En los dos
pueblos, las Peñas de la Mora, de impresionantes poses, rememoran la presencia
de una bella doncella, hija de moros, que vivió escondida hace siglos al verse
obligada a marcharse tras la conquista cristiana. Al no querer dejar estas
montañas, la bella mora burló la guardia cristiana y permaneció allí para
siempre sin que se pudiera saber de ella; sin conocer ya nunca si murió o no.
Lo cierto es que las viejas consejas, todavía hoy, cuentan que han sido muchos
los que han podido ver esta mora, en algunas ocasiones, sobre todo en los
calurosos días de la fiesta de San Juan.
Dicen
las viejas consejas que una doncella mora, tal vez princesa, estaba enamorada
de un joven cristiano que vivía en estas tierras. Cuando Nalvillos Blázquez
tomó Escalona expulsó a los musulmanes que habitaban el Valle del Alberche como
castigo por la burla de su amada Aixa Galiana. La joven mora estaba horrorizada
con la noticia y huyó a la montaña. Su joven enamorado y ella se veían en
secreto en los aledaños del puente románico de Navaluenga. Un día el joven
marchó a la guerra para no volver jamás. Dicen que la joven buscaba cada día la
llegada de su amado, salía de la cueva donde vivía y se encaminaba al puente.
Muchos aseguraban verla peinándose en la cueva, caminando junto al río,
especialmente la noche se San Juan.
LEYENDA DE LA CUEVA DE LA MORA:
Cuenta una leyenda que
una bella mora estaba cuidando un rebaño de ovejas en las vegas del río
Alberche. Contemplando el gran remanso que formaba el río Alberche en las
tierras de Navaluenga se la hizo de noche sin darse cuenta. Había transcurrido
la tarde tejiendo y las ovejas a las que cuidaba empezaron a inquietarse con la
llegada de la noche. Sin saber de donde, los lobos empezaron a bajar hasta a la
orilla del río en busca de alimento.
La joven, creyendo que aún estaba a tiempo de
recoger el ganado sin de sufriera daño alguno se refugió entre los árboles con
la intención de ahuyentar a los lobos.
Viendo que cada vez eran más agresivas aquellas alimañas decidió
adentrarse en la montaña ocultándose en la maleza. Pensó que la mejor manera
para que pudieran encontrarla era dejar un hilo de la madeja enredado entre los
arbustos y árboles por donde fue pasando, hasta ocultarse en una cueva. Nadie encontró a la doncella mora, lo único
que hallaron fue un ovillo en el interior de una cueva, que desde entonces se
conoce con la cueva de Mora.
LEYENDA
DE LA FUENTE DE LA MORA:
Existe otra leyenda conocida como “La Fuente de la
Mora”, en la que se aparece un hilo de plata a un joven pastor que se acerca a
la fuente para beber agua. Cansado de tirar del hilo y visto que no se acaba
nunca el ovillo, decidió romperlo. Una voz femenina, tal vez de una doncella
mora, susurró desde el interior de las aguas "ya me has vuelto a encantar
durante otros cien años".
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