Historia de Navaluenga

HISTORIA

1. LOS PRIMEROS ASENTAMIENTOS:

Los primeros restos de poblamiento en Navaluenga datan de época visigoda como demuestra la necrópolis del Cerrillo de San Marcos de los siglos VI-VII. Las viviendas tendrían planta rectangular, construidas con lajas de piedra y en algunas ocasiones el alzado sería de adobe o barro. Formaría parte de este núcleo sin idea urbanística clara una ermita o humilladero dedicado a San Marcos, una fragua y un pequeño molino para triturar el grano.
Este poblado se transformará en una pequeña comunidad mozárabe que perdurará hasta el siglo XI en el que se conquista  y repuebla la zona por el conde D. Raimundo de Borgoña, yerno de Alfonso VI.
Posteriormente sus pobladores debieron ser pastores y ganaderos que regresaban de Extremadura de invernar con sus ganados. Descendientes quizás de esos primeros ganaderos seminómadas vetones que habitaron el valle donde se asienta Navaluenga. Ellos serían los primeros en establecerse en chozas y casas construidas con palos y ramas al principio y con piedras y barro después. Prueba de ello es la necrópolis alto medieval de Fuente Ávila de los siglos VIII al XI.
Fuentes escritas, como la “Crónica de la población de Ávila”, hacen referencia a la toma del Valle del Alberche por el caudillo árabe Alhamar, siendo reconquistado por las tropas de Sancho de Estrada el 22 de julio del año 1090.
Durante los siglos XII y XIII fueron constantes las razias musulmanas, encomendándose su defensa a la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén.

 La primera cita de Navaluenga es un documento fechado en Toledo el 7 de febrero de 1172 como NAVAM-LONGAM y el 6 de febrero de 1250 en la consignación de rentas ordenada por el Cardenal Gil Torres a la Iglesia y Obispado  de Ávila. Siendo quizás su cita más conocida la del Libro de la Montería de Alfonso XI en 1344, donde se narra que estando de caza en los frondosos bosques de Navaluenga prolongó su estancia cinco días hasta dar caza a un oso, dadas las dificultades del terreno,  “ ... Las Cabreras de Nava luenga es buen monte de osos, en invierno y en verano... y esa noche durmieron todos los monteros en Nava luenga...” (Libro III, capítulo IX)

2. EL CONCEJO DE BURGOHONDO:

         Anteriormente cazarán en nuestras sierras el Rey Sancho IV en 1287 y el Rey Fernando IV en 1307  al ser Navaluenga, al igual que todo el valle,  “Tierras Baldías de Titularidad Real”, los poderosos se dedicaron en determinadas épocas del año, normalmente otoño e invierno, a la caza de osos y jabalíes.
           El 1 de junio de 1275, el rey Alfonso X “el Sabio”, con la concesión del privilegio de heredamiento sobre la Tierra del Burgo da origen a la creación del Concejo del Burgo, una de las primeras instituciones bajomedievales de la provincia.  Navaluenga y otros ocho pueblos de la comarca formarán el Concejo y Universidad de la Tierra del Burgo, cuya capital se establece en Burgohondo en torno a la propia abadía de Santa María, un mismo espacio que ocupan dos instituciones diferentes, una civil y otra eclesiástica, no sin dificultades como demuestra la sentencia de 1351, que pone fin a un largo pleito entre ambas organizaciones de poder.
            Integraban el mismo, los alcaldes mayores que constituían lo que es la figura del alcalde actual y los alcaldes ordinarios, uno por cada pueblo, elegidos anualmente en concejo abierto, así como el procurador del común y el escribano del concejo para la defensa de sus intereses y privilegios reales.
            Trataban temas o asuntos como la administración de las tierras comunales para dehesas, eras y pinares del común y los propios del consejo que eran aquellos que arrendaban a los particulares, además  del reparto de impuestos, la fijación de tareas agrícolas y la defensa de su patrimonio y derechos, principalmente contra los abusos cometidos por Pedro Dávila, señor de Villafranca y Las Navas y por Gil Gómez Rengifo, señor de Almarza.
            Por otra parte, le correspondía a la abadía de Nuestra Señora del Fondo de Burgohondo como señorío jurisdiccional, la administración de alta y baja justicia, el cobro de determinados derechos de tipo feudal y los derechos orden eclesiástico como los diezmos.


3. NAVALUENGA, UNA ALDEA MEDIEVAL:

Navaluenga ha estado habitado desde época prerromana por grupos seminómadas ganaderos de origen celta que adaptados al medio recorrían el Valle del Alberche en busca de buenos pastos. De su paso han quedado sus verracos, esculturas zooformas que delimitaban las zonas de pasto y que sirvieron posteriormente como figuras votivas o lugar de enterramiento. Ejemplo de esta cultura son los famosos Toros de Guisando de El Tiemblo, y los berracos, hoy desaparecidos, de El Barraco y San Juan de la Nava.  Otros restos arqueológicos anteriores a la Edad de Hierro hallados en Navaluenga nos ilustran sobre la presencia de pequeñas poblaciones asentadas en la localidad. Es el caso de las dos hachas votivas encontradas en el paraje denominado “El Amejil”  posiblemente de la época Calcolítica-Bronce Final.
            Tras la caída del imperio romano se asienta en Navaluenga una pequeña comunidad visigoda que urbaniza, quizás por primera vez, Navaluenga. Es a partir del siglo XI, cuando la línea defensiva castellana sobrepasa el Tajo, cuando podemos hablar de una política de repoblación favorecida por los monarcas castellanos y de un poblamiento estable en Navaluenga.
            Esta primitiva aldea nacida junto a su ermita románica, no llegó a considerarse una aldea granada en los documentos eclesiásticos del siglo XII, pero si tenía la suficiente entidad para quedar reflejada como  lugar y pagar sus diezmos y primicias a la Abadía de Nuestra Señora del Fondo de Burgohondo.
            Esta incipiente aldea formada por un grupo de casas provistas de corral exterior agrupadas en manzanas y distribuidas en varias calles radiales a la plaza, aparece en el deslinde  entre los concejos de Ávila y Segovia otorgado Rey Alfonso VII, en 1172 .

Es a mediados del siglos XIII cuando se comienza a edificar en Navaluenga la primitiva ermita del pueblo en un estilo románico tardío o de transición al gótico, consolidándose así su identidad como pueblo estable y dejando de ser una aldea de paso. Una de  las primeras obras civiles del concejo de Burgohondo fue la construcción en el siglo XVI del puente de trazas medievales de Navaluenga, importante fuente de ingresos  debido al cobro del portazgo y la construcción de los cillos municipales para almacenar el grano, edificándose uno en cada pueblo.  A orillas del río Alberche en el claro más fértil de la vega, provista de leña abundante, caza y ricos pastos pronto es objetivo de la nobleza. D. Pedro Dávila, Señor de Villafranca y Las Navas se asienta en estas tierras ocupando tierras de labor, linares y varios molinos harineros en la zona denominada San Millán. Posteriormente es Juan Gómez Rengifo, señor de Almanza quién ocupa las dehesas de Venero Claro y dos molinos harineros.






Reconstrucción idealizada de una aldea medieval






Son constantes los pleitos emprendidos en tiempos de los Reyes Católicos para buscar la justicia del Rey, encargando los monarcas a D. Álvaro de Santistevan la investigación de los hechos que tantos aldeanos denunciaban. De aquella aldea medieval perdura la distribución de sus calles con clara resonancia de los oficios que en ellas se realizaban, calle de la Fragua junto al arroyo del Chorrerón, en esta rúa perdura una antigua fragua de grandes dimensiones. Calle de la Tenería, perteneciente al posible barrio judío, curtidores, peleteros, tintadores, pastores de origen sefardita nutrirían esta calle. Cuesta del Hospital, posiblemente la Real Colegiata Abadía de Nuestra Señora de la Asunción entre sus obras pías destinara a Navaluenga la construcción de una casa para enfermos pobres, construcción de la que sólo ha quedado el nombre y es posible que un pequeño escudo que lucía el dintel de una casa próxima a ésta calle. Nombres que evocan un pasado de clara impronta religiosa – Calle herrén de la Virgen, Cruz del Pradillo ( humilladero que estuvo situado a la salida del pueblo), Cruz del Arenal ( humilladero que estuvo situado al inicio del pueblo), Calle de la Concepción  ( en honor a la ermita situada junto al puente románico titulada a la Concepción de María). Otros lugares desvelan en Navaluenga la presencia de antiguos asentamientos humanos como son los parajes de San Millán aldea que fue collación del Concejo de Burgohondo, Cerrillo de San Marcos ( aldea de origen visigodo), San Bartolomé ( no quedan restos de la ermita que llevó su nombre), Santo Ciervo ( posiblemente este topónimo sea una deformación  de la palabra Santo ), El Pimpollar ( donde a mediados del siglo pasado se encontraron varias tumbas de lajas), y otros muchos que serán objeto de futuras investigaciones.
 El Catastro del Marques de la Ensenada señala las actividades cotidianas llevadas a cabo en Navaluenga en 1750, cuarenta y cinco años antes de la desaparición de la Abadía de Burgohondo, a la que había pertenecido desde el año 1275. 

"Para el trabajo de campo y el consumo doméstico contaba con 56 bueyes de labor, 40 caballerías y 24 jumentos, 175 cabezas de ganado vacuno, 1.026 ovejas, 1109 cabras, 182 cerdos y 200  colmenas. Tenía: 206 casas, 1 carnicería, 1 horno de tejas, 1 taberna y albacería, 1 mesón, 4 molinos harineros en el río y una escribanía. Las tareas agrícolas y artesanales las realizaban un total de 126 trabajadores, 56 labradores, 52 jornaleros, 1 maestro albañil, 6 tejedores de lienzo, 2 herreros, 2 taconeros, 2 maestros horneros con 2 aprendices y 3 pescadores. Los precios de los jornales oscilan entre 2 reales, 17 maravedíes que cobraban los jornaleros y los 5 reales que percibían los maestros de oficios”.




Navaluenga pertenece a este Concejo hasta la desamortización de Mendizábal, apareciendo como lugar con Ayuntamiento desde 1837, habiéndose construido su edificio como cárcel para el valle en 1781 y atribuyéndose a Juan de Villanueva el proyecto de obra y el diseño de los planos.



4. LA REAL COLEGIATA ABADÍA DE BURGOHONDO, SEÑORIO JURISDICCIONAL EN EL VALLE DEL ALBERCHE:


El Valle del Alberche resurge en la época de la Reconquista, cuando Don Raimundo de Borgoña, marido de Doña Urraca, hija y heredera de Alfonso VI, inicia la repoblación de Ávila. Repueblan estos valles gentes venidas del Norte, entre ellos Gallegos, Vascos y Franceses, Borgoñones para ser más concretos, favorecidos por los privilegios y donación de tierras ofrecidos por el Conde Don Raimundo.

Es a finales del siglo XI y principios del XII cuando la zona es entregada a la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerulasén para su defensa, una vez que  en medio de bosques impenetrables y deshabitados se establece un convento de canónigos regulares de la Orden de San Agustín, fundación que ya aparece en 1178 en la bula del Papa Alejandro III, origen del Burgo del Fondón que más tarde sería Burgohondo.



[...]más hace de ocho siglos que en el Burgohondo hay Abad y canónigos; en su principio eran aquellas montañas un negro, sombrío y espantoso desierto; retirados en la soledad los que entonces vivían en comunidad religiosa, sin perder de vista todo lo que podía ceder en utilidad del estado, se ocupaban continuamente en cantar las alabanzas de Dios; con el transcurso de años fueron desmontando las incultas breñas en que vivían y por su diligencia se formaron las Aldeas que componen en el día el concejo de dicho lugar” relataba D. Antonio Ventura de la Iglesia, último abad de Burgohondo el 20 de mayo de 1792, en una larga carta enviada al Obispo de Ávila en un intento desesperado de evitar la extinción de la Real Colegiata Abadía de Burgohondo.

Alfonso X, el Sabio


En 1275 el Rey Alfonso X “ El Sabio” hace concesión del privilegio de heredamiento a la Tierra del Burgo, dando origen a la creación del concejo del Burgo, una de las primeras instituciones bajomedievales de la provincia. “ Nos. Fortún Aliam, e don Mateos, e don Yañego, fuimos al Burgo del Fondo e fallámosla poblada en el pynar, en el lugar que es gran montaña, que nos avía de suyo heredamiento en que pudiesen labrar...” “ ...dímosle este heredamiento, que es escripto en esta carta, en que labren por pan en Navamuñoz, Navalosa, e Navadalgordo, e Navalvado, e Navasantamaría, e Navaluenga con Valdebruna, e Navasanmillán e Navalandrinal con las Emillyzas...”. Estas primeras aldeas constituyen el territorio original del Concejo del Burgo, cuya jurisdicción confirmarán los sucesivos reyes castellanos desde Alfonso X hasta los Reyes Católicos, pasando por Sancho IV, Fernando VI, Alfonso XI, Pedro I y Enrique IV.
          El título de Abad de Burgohondo era otorgado por el Rey entre sus predilectos, algunos de estos Abades fueron grandes eruditos de la época e incluso muchos de ellos fueron Inquisidores Generales como D. Diego de Arce y Reinoso. Otros abades insignes fueron don Juan Dávila y Arias, hermano de leche del príncipe Juan, primogénito de los Reyes Católicos, que yace junto a él en el monasterio de santo Tomás de Ávila; don Melchor Pérez de Arteaga, el cardenal Gabriel Trejo y Paniagua. El propio Lorenzo Cepeda, tío de Santa Teresa, es prior en Burgohondo durante el tiempo del abad don Juan.

En Burgohondo se dan cita una larga lista de personajes que hicieron de este cenobio un centro de poder ciertamente notable, favorecido por los reyes de Castilla, muy singularmente por Alfonso VI, si damos por bueno las últimas investigaciones que apuntan a este monarca como fundador de la abadía de la Santa María entre 1085 y 1109. También otros monarcas como Felipe II y su hijo Felipe III, así como los papas Alejandro VI, León X o Pío IV, concedieron mercedes y privilegios a los moradores del monasterio, en numerosas ocasiones para confirmar su jurisdicción sobre las localidades del entorno.

De forma paralela crece en el valle del Alberche una incipiente comunidad hebrea que se dedica a labores de pastoreo, curtido y tinte de pieles en las tenerías y una clase más elevada socialmente que llevaría las arcas de la abadía, la recaudación de los diezmos, de los derechos de tipo feudal y los asuntos de escribanía del concejo del Burgo. Esta pequeña comunidad sefardí, edifica en Burgohondo una humilde sinagoga comarcal que hoy se conoce como Ermita de los Judíos.

En el siglo XIV, la jurisdicción de la abadía llega a su máxima expresión con el cobro de los diezmos de la mayoría de los pueblos de la sierra de Gredos, desde Cebreros, El Barraco y El Tiemblo, hasta Piedrahita, pasando por Mombeltrán, Piedralaves o La Adrada. Con el tiempo también construirán las iglesias de buena parte de los pueblos que hoy lo rodean y en los que nombran párrocos y capellanes hasta el siglo XIX.

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