En los años 40 un dramaturgo irlandés llamado Samuel Beckett
escribía "Esperando a Godot", una de las obras más importantes dentro
del llamado teatro del absurdo. En ella dos vagabundos llamados Vladimir
y Estragón esperan a Godot, un personaje que nunca termina de llegar;
sin embargo ahí siguen los protagonistas, esperando y esperando...
Ahora, en un pequeño juego imaginativo, extrapolemos: ¿y si Godot fuera
el turismo de calidad y Vladimir y Estragón los vecinos de Navaluenga?
¿No nos cansamos de fomentar desde hace años un turismo basado en el
desfase y la juerga extrema? ¿Por qué queremos que nuestro pueblo se
parezca cada vez más al escenario de un Proyecto X aun sabiendo las
consecuencias a largo plazo que eso acarrea?
Por favor que nadie
me malinterprete, no digo yo que no haya fiesta o cierto desfase, es
comprensible que en esta sociedad, la cual se fundamenta primordialmente
en el ocio, existan horas de esparcimiento y consumo de alcohol (y más
en España, cuna del tapeo y otras tradiciones patrias que tanto nos
alegran la vida); pero eso no implica que, existiendo y aceptando eso,
se deba llegar al todo vale, porque, sin duda alguna, no todo vale.
¿Dónde queda la moral en este asunto? ¿Acaso parece ético que se dispare
el consumo de alcohol en los menores; que no existan alternativas
decentes los fines de semana para aquellos que no quieran fiesta; que no
haya normas de convivencia para con otros vecinos; que no exista un
mínimo de respeto hacia el entorno, hacia las calles y hacia el
mobiliario?
Aquellos que defienden este turismo de despedidas de
soltero/a, consumo de alcohol, resacones (de las crónicas de algunos
seguro que podríamos rodar un Resacón en la Lobera), etc., con el
alcalde a la cabeza, no se dan cuenta de que en, primer lugar, hacen un
flaco favor al pueblo al que tanto dicen querer. Este tipo de turismo es
irrespetuoso con el entorno y poco interesado en las tradiciones o
rincones mágicos de nuestro pueblo. Por tanto, defender el desfase como
medio económico suena casi a argumento de maltratador: “te destrozo
porque te quiero”. Pero, ¿queremos al pueblo o queremos más al dinero
fácil? ¿Preferimos ser infieles a Navaluenga sin mirar con quién, como
en aquella película de Trueba? ¿Nadie piensa que el turismo cultural da
dinero también; que aquél que viene a hacer una ruta un fin de semana
con su familia o aquél que viene a descubrir nuestras tradiciones no va a
dejar dinero en bares y tiendas? ¡Claro que lo hará! Parece bastante
insensato pensar lo contrario. No sólo el hacer del pueblo una hermandad
de American Pie supone una importante entrada de dinero, hay otras vías
que son ignoradas sistemáticamente.
En segundo lugar, todos
aquellos que tan beatamente participan en las procesiones y luego
defienden todo este desmadre, con el alcalde a la cabeza, ¿se sienten
cómodos en sus creencias? ¿No sería más conveniente que ostentando el
poder se pusiera coto a estas prácticas nada pías y bastante demoledoras
en los menores? ¿No podemos o no queremos plantear alternativas reales a
este tipo de ocio? Y ojo, no digo que la gente no beba, pero que se
haga con responsabilidad e intentando que el pueblo no se convierta en
los Jardines Duff. Creo que va siendo hora de que muchos se replanteen
su sistema de valores y sus prioridades, porque desde fuera me da la
sensación de que no coinciden. Mientras tanto seguiremos esperando.
Parece que en este tema (como en tantos otros) el ayuntamiento ha
utilizado la estrategia de varios humoristas para eludir las situaciones
incómodas. Por un lado la estrategia de Tip y Coll los cuales siempre
cerraban su programa con una frase que les libraba de cualquier lío con
el franquismo, su ya clásico “Y mañana hablaremos del gobierno” para
así, nunca hablar de él; y, más recientemente, tenemos el ejemplo de
José Mota que hacía las cosas “hoy no… ¡mañana!”.
Así que ya sabe,
desde el consistorio se le ofrecen dos soluciones si le molesta: o se va
a vivir a otro lado (ya sea otro pueblo u otra casa, esto es, cediendo
ante la situación y claudicando ante los foráneos y ante las
inmoralidades) o, por otro lado, el alcalde está dispuesto a atenderle y
a prometerle una solución después de un “vuelva usted mañana”.
Daniel San Miguel
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